Crítica de Joker

Una película como la de Todd Phillips se merece más de una crítica. Por aquí la mirada de Julieta Cáceres.

Una ciudad sumida en el caos y el abandono, una sociedad cansada del día y día y un paciente psiquiátrico que sólo necesitaba un pequeño empujón para convertirse en el mayor villano que Gotham jamás conoció. Joker es una película diferente en el género, la primera protagonizada por un villano. Oscura, retorcida, por momentos macabra y brillante, es uno de esos films difíciles de olvidar.

Arthur es un payaso, trabaja en las calles de la ciudad más peligrosa del país y no puede hacer reír a nadie. Luego del frustrante trabajo vuelve a su casa y cuida a Penny, su madre (Frances Conroy), obsesionada con las cartas que le envía a Thomas Wayne, sin jamás recibir respuesta. Arthur Fleck debe tomar medicaciones en forma constante, ir a terapia y, debido a una lesión, puede estallar en carcajadas en cualquier momento sin importar qué es lo que esté sintiendo. Sus aspiraciones como comediante y su sueño de aparecer en el programa de Murray Franklyn (Robert De Niro) son sus cables a tierra y el fino hilo que lo mantiene cuerdo, pero varios sucesos lo empujarán sobre esa delicada línea y desatarán el caos.

La película es bella de ver, técnicamente es virtuosa: cada toma se siente inspirada, creativa. La iluminación es precisa y acompaña cada momento emocional del personaje. La fotografía de Lawrence Sher es impecable; el soundtrack, compuesto por Hildur Guðnadóttir, combina perfectamente con la historia y sumerge al espectador dentro de este viaje hipnótico. Todd Phillips formó un grupo técnico envidiable para darle vida y consigue que cada segundo de las casi dos horas de película sean disfrutables, aunque sea en estos aspectos.

Joaquin Phoenix hace una de las mejores interpretaciones de su carrera, su análisis de este personaje perturbado es una de las más acertadas que se han visto en la pantalla y lo acerca a sus primeras apariciones en los cómics, allá por 1940. La risa característica del Joker se escucha casi desde el primer momento y eriza la piel. Su mirada, su forma de caminar y bailar. El histrionismo que lo separa del resto de la galería de villanos del encapotado, todo está allí, latente, esperando ese momento que lo lleve a la locura y todo eso salga a la luz. Zazie Beetz, la actriz que se hizo muy conocida gracias a su papel en Atlanta, interpreta a Sophie, la vecina y el interés romántico de Arthur, y se luce al lado de un Phoenix en lo más alto de su filmografía y logra estar a la altura en cada momento.

La película es divisiva y no sorprende, tiene una mirada bastante cínica del mundo que puede rozar con la pereza del guion a la hora de tomar postura frente a lo que muestra. «Soy apolítico», repite una y otra vez el personaje de Phoenix, pero esto no quiere decir que la película debería serlo. Este es quizás su mayor problema. No toma postura en los temas tan complicados que aborda y está bien, es arte y esto le da ciertas libertades, pero por momentos esas libertades pueden sonar como falta de responsabilidad. Lo que el espectador no debe olvidar al ver esta película es que es la historia del malo. No es una película de superhéroes, ni siquiera de un antihéroe, es la historia de origen del mayor supervillano de la cultura pop y que todo lo que sucede se da en el marco de una ciudad ficticia que lejos está de la peor metrópolis de nuestro mundo.

Las escenas de violencia son gráficas y crudas pero no morbosas, esto se encuentra en otros momentos y parece ser más ideológico. Joker es una película diferente, corre al espectador de su zona de confort y puede incomodar, pero por momentos parece que esta búsqueda toma la posta y el resto se deja de lado. Fuerte, hipnótica, inolvidable; una película que promete dar de qué hablar y quizás abrir el camino a nuevas historias de villanos.

 

 

 

 

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Julieta Cáceres

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