Crítica de La Casa del Eco

Alejo es arquitecto y padece un particular trastorno del sueño que le posibilita soñar de manera continua. Con su pareja, emprenden un viaje al corazón de la montaña. Los limites entre sueño y realidad se vuelven difusos y lo mas importante de su vida parece desvanecerse.

Alejo es arquitecto y ganó un premio por un diseño: una casa en la que el eco se escucha desde todos lados. Se siente orgulloso de haber conseguido acortar las distancias para que el fenómeno acústico se produzca. Está casado con Ana y tienen una hija. La vida monótona que se nos muestra al principio se ve interrumpida por lo que no se sabe si es un salto temporal o un sueño. La Casa Del Eco es un drama con tintes de thriller que parece buscar un solo objetivo: marear al espectador.

Hugo Curletto debuta como director y se pone tras la cámara de una película que también escribió. Con una fotografía sublime y una edición de sonido particular, los fuertes de esta película son los aspectos técnicos. El guion no busca explicar nada y por momentos se siente que la búsqueda real es generar desconcierto. Esto no siempre es algo malo, abundan casos en el cine de films que dejan la trama abierta a interpretación, que juegan con las perspectivas y sumergen al espectador en la búsqueda del sentido. No es el caso, las tramas se van abriendo hasta estar completamente distanciadas y quien está viendo no sabe que tomar para construir el final, no sabemos qué es real, qué es sueño o qué es pasado.

Alejo (Gerardo Ottero) no tiene expresión, su cara parece siempre reflejar angustia y rara vez le cambia el semblante. Se asume que esto sucede por su falta de sueño, pero a medida que la trama avanza esto puede atribuirse a otras cosas. Ana (Guadalupe Docampo), su esposa, lo acompaña y lo quiere, pero dependiendo qué momento se esté viendo eso varía. Emprenden un viaje hacia una parcela heredada en el medio de la montaña guiados por un misterioso, y por momentos sospechoso, lugareño (Pablo Tolosa). El viaje desata las inseguridades de Alejo y los pone al límite, pero este es solo uno de los planos del relato, una escena transcurre aquí y en la próxima estamos en otro plano que no se sabe si es futuro, sueño o qué en el que trabaja en una obra y tiene que ir a buscar a Elena (Gina Cavagna), su hija gimnasta a la escuela.

La película está repleta de planos que jugaran con la paciencia del espectador, escenas en las que abunda un silencio que no dice nada y el largo de la cinta, teniendo todo esto en cuenta, se hace eterno. La Casa del Eco busca ser metafórica, pero en esa búsqueda deja afuera cualquier compuesto que pueda hacerla disfrutable.

 

 

 

 

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Julieta Cáceres

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