Critica de La Casa Junto Al Mar/ La Villa

En un pequeño pueblo marino cerca de Marsella, Angèle, Joseph y Armand vuelven a la casa que construyó su padre. Es el momento de descubrir qué ha quedado de los ideales que les transmitió su progenitor.

Una casa frente al mar. Un balcón curvo que contempla la inmensidad. Un hombre lo aprecia, con cara de resignación. Saca un cigarrillo del bolsillo de la camisa. No está en el paquete, se nota que lleva guardado un tiempo, está doblado y cuando lo prende el humo se escapa de algunos agujeros. Ese será el último, la mano se aferra a la mesa y después la suelta. El ataque del padre fuerza a los hermanos a volver a convivir, a recordar el pasado y a intentar superarlo. La Casa Junto Al Mar es un film escrito y dirigido por Robert Guédiguian y muestra un drama familiar en primera persona que intenta abarcar mucho más.

Angéle (Ariane Ascaride) vuelve a su casa por el ACV de su padre, pero le guarda rencor. No se sabe qué pasó, pero apenas llega les dice a los hermanos que lo que le deja a ella en el testamento –más que a ellos- es un intento para comprar su perdón y que no lo acepta. Cada uno tiene sus propios demonios. Armand (Gérard Meylan) es el mayor y el único que vive en el pueblo. Ahora está al frente del restaurante de la familia y espera a esos turistas que ya no llegan a ese destino turístico. Hay cierto resentimiento contra los hermanos y se niega a irse de un lugar que sabe no tiene futuro. El otro es Joseph (Jean-Pierre Darroussin), aquí se lo podría definir como un psicobolche. Dice ser de izquierda, pero sus acciones lo acercan más a la derecha. Esta decepcionado con la realidad y perdió las esperanzas. Se aferra al amor de Bérangère (Anaïs Demoustier), una mujer mucho más joven que él que sólo piensa en dejarlo y se lo dice repetidas veces a lo largo de la película.

El drama se construye alrededor de estos personajes y las dificultades de enfrentar el pasado. Cada uno tiene una historia, un trauma, un rencor guardado. A lo largo de la trama cada uno le hará frente, quizás no de la mejor manera, sino como puede. La película está cargada de una gran humanidad y es por esto que resulta emocionante. Las emociones son genuinas, las actuaciones interpelan y cada escena transmite precisamente lo que busca.

En el segundo acto, la historia se agranda y si bien sigue teniendo a la familia como protagonista, el aviso de un soldado sobre la posible presencia de inmigrantes ilegales de un naufragio los sacude y aporta un factor político y social del que la película se hace cargo. No sólo es un drama familiar, es también una crítica a la situación sociopolítica actual de Europa.

 

 

 

 

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Julieta Cáceres

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