Crítica de La sequía

Sigue la travesía de una reconocida actriz llamada Fran, que descubre que su pareja y manager, además de abusar de ella económicamente, la engaña. Decide entonces escapar de la ciudad y comenzar un viaje de 72 horas por el desierto.

En su debut cinematográfico, Martín Jáuregui apenas si puede conjurar algo de drama gracias a los fastuosos paisajes de Fiambalá, en la provincia de Catamarca, y un poco de jugo a sus dos actrices en pantalla, pero no se le puede pedir mucho más a un proyecto tan árido como La sequía.

Desde el minuto uno sabemos que el escenario va a jugar un papel muy importante en reflejar la sequía exterior del título. También podemos intuir que la voz en off de Fran (Emilia Attias) y las ampulosas frases que escupe al aire le dan un tono decididamente arrogante, que no ayudan a entrar en clima. Es un momento que se sucede de nuevo al cerrar la historia -de alguna forma había que terminarla, ¿no?- que molesta, pica, pero es el menor de los males para el proyecto. La imagen de una ruta y una duna ardorosa de fondo contrasta con la imagen de Fran caminando hacia la cámara, en la vera del camino, con un fastuoso vestido de fiesta color violeta. Es fascinante, pero no cuaja con lo que estamos escuchando de boca de la protagonista fuera de cámara.

Pronto descubrimos, intuimos, en un coro de voces internas de la actriz, que ha sufrido un engaño amoroso muy fuerte y se ha escapado de una fiesta, harta de todo y todos. Es la sequía interna de Fran que la empuja hacia la sequía del paraje, no sabiendo cómo encarar su futuro ahora que se cuestiona todo. Su búsqueda se ve constantemente interferida por su exasperante e irritante asistente (genial Adriana Salonia) que la sigue a todas partes y la interrumpe con exabruptos de energía que no terminan de encajar con ese viaje de búsqueda interior que emprende Fran.

En Attias recae el peso dramático de La sequía y, a pesar de lo buena actriz que es, es casi imposible conectar como espectador con su travesía. Poco y nada puede rescatar la platea sobre la vida de la actriz aparte de esas conversaciones que pululan en su cabeza, y lo que ella misma le explica a personajes secundarios que se va cruzando en el camino. El significado espiritual buscado en la tesis del film es prácticamente nulo cuando desde el guion no hay un camino prudente a seguir. Poner en camino sinuoso a la protagonista, explorando su pasado y posibilidades futuras, es un punto de partida interesante, pero en los 70 minutos de duración de la misma apenas se dan hacia adelante unos pasitos narrativos.

Como planfleto turístico, La sequía es para aplaudir porque hace uso y abuso de sus locaciones naturales que son preciosas. Pero como exploración humana sobre lo perdida que puede estar una actriz con respecto a su vida y obra, hay mejores momentos en el cine que el presentado en esta ocasión.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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