Crítica de Medianeras

Medianeras cuenta la historia de Mariana y Martín, dos jóvenes que viven en edificios enfrentados de una misma calle porteña, pero que jamás se logran encontrar, cruzándose todo el tiempo pero sin nunca poder verse las caras.

Hace poco más de un año la revista Variety votó a Buenos Aires como una de las mejores locaciones del mundo para rodar una película, gracias a que se la puede hacer pasar como doble de cualquier otra ciudad. Al convivir distintos tipos de arquitectura, se dijo que la capital argentina fácilmente podía recrear a Roma, París o hasta Bombay. Respecto a esto Gustavo Taretto tiene una opinión formada. «Buenos aires crece descontrolada e imperfecta, es una ciudad superpoblada en un país desierto, una ciudad en la que se yerguen miles y miles y miles y miles de edificios sin ningún criterio». De esta forma abre Medianeras, con un gran monólogo para cada protagonista, en los cuales se tiende a equiparar la falta de unidad estética de la ciudad con las fallas personales de cada individuo.

El film tiene su origen en el 2004, con el multipremiado corto homónimo del director que por sus 28 minutos casi es un mediometraje. El debut cinematográfico de este consistió entonces en extender esta historia, que comenzó algunos años atrás y aún exigía mayor tiempo de pantalla. Al igual que la producción inicial, se trata de un trabajo original, divertido y ocurrente, que explora las fobias y las formas del amor en tiempos de actualizar estados online. Javier Drolas y la española Pilar López de Ayala ponen muy bien el cuerpo a Martín y Mariana, dos jóvenes que son ideales el uno para el otro, pero que lo desconocen ya que la enorme Buenos Aires conspira en su contra.

La película de Taretto funciona muy bien porque ya se partía de la base de un gran trabajo que había dejado muchas puertas abiertas sobre las cuales extender la historia. Sin que resulte repetitivo o molesto, el realizador permite que sus protagonistas entablen relaciones con otros que no existían en el corto. Con ello logra un mayor desarrollo y profundidad sobre sus personajes, especialmente en Mariana, generando así una mayor fluidez y un final menos arrebatado. Estos encuentros no obstante, tienden a resolverse en forma demasiado abrupta, contribuyendo a producir, para aquel que haya visto la versión original, una sensación de relleno que no se da en el resto del film.

Medianeras es una gran comedia disfrutable por cualquiera, escrita con inteligencia y llevada adelante con oficio. Es recomendable dejar que Martín y Mariana se busquen por primera vez ahora y no tratar de revisar el archivo para ver si se encontraron en el 2004. El viaje será más lindo si no se conoce el destino.

 

 

 

 

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Migue Fernández

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