Crítica de Mi villano favorito 3

Gru conoce a su encantador, adorable y exitoso mellizo perdido Dru, quien quiere tentar a su hermano con un último atraco.

Gru, el nuevo gran personaje del cine de animación de la nueva década vuelve en lo que es la nueva entrega de esta trilogía que empezó en 2010 y que puso en escena a las criaturas amarillas más queridas por los niños de hoy en día. Despicable Me 3 es una muestra más, y van, del provecho que Hollywood intenta sacar de sus productos, de sus íconos, dispares cualitativamente.

Esta nueva historia confirma el cambio que aventuró la segunda entrega: Gru ya es un padre de una familia, se ha casado con Lucy – la superagente que hizo su presentación en el film anterior – y abandonado la vida criminal para formar parte de la Liga Anti Villanos. En resumen, a modo cínico, Gru ha pasado a formar parte de un sistema donde tiene la obligación de atrapar a aquellas personas que son lo que alguna vez fue él, lo que, idependientemente de lo irónico que puede parecer, construye un giro más que original y prometedor, para plantear las dudas de Gru hacia su nuevo y feliz estilo de vida.

Un nueva trama da pie a conocer el pasado de Gru a través de su gemelo Dru, un multimillonario cuyo más grande sueño es seguir los antiguos pasos de su hermano. El desarrollo que parece que va a llevar a Gru a un arrepentimiento y vuelta a la criminalidad se queda en un mero atisbo de descarga emocional.

Extrañamente para filmes de este género, se proponen dos subtramas que se enfocan en las descripciónes de personajes. Por un lado, las dificultades de Lucy para lograr ser una buena madre; por otro (no podían faltar) el grupo de minions que se revelan a Gru y abandonan la casa para vivir sus propias aventuras. La buena idea de superponer este tipo de tramas se va desvirtuando progresivamente hasta convertirse en un compendio de chistes repetidos y saturadores, situaciones forzadas, para terminar por darse cuenta de que ninguna de ellas tiene importancia fundamental en el conflicto principal: atrapar al villano Balthazar Bratt.

La conocida estética de Despicable Me no es una sorpresa en esta nueva entrega, la acción, la comedia y la melosidad están a la orden del día, y ahora se le agregan muy logradamente  la música y la estética visual de la década de los 80 encarnada en el villano; sin embargo pareciera ser que la historia se subordina a estos elementos con la sola intención de provocar sorpresas y risas.

Lo original y novedosos que podría aportar Despicable Me 3 queda solo en planes. Es un paso adelante en relación con el segundo filme que adolecía de seriedad al otorgarle predominancia a la congestión cómica de los minions. Divierte y entretiene hasta que se convierte en una burda pantomina del primer film estrenado en 2010.

 

 

 

 

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Matías Carballa

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