Fiona, un bibliotecaria de Canadá, llega a París para ayudar a su anciana tía Martha amenazada de ser internada en una residencia de ancianos. Fiona pierde su equipaje y además descubre que Martha ha desaparecido.
Cuando parecía que la comedia slapstick e inocente ya era parte del pasado, en Francia aparece Paris Pieds Nus como una alternativa a la típica comedia francesa. Domique Abel dirige y protagoniza esta obra ligera y chispeante que aborda los problemas de ser diferente, con el sabor característico de los enredos y situaciones coloridas con las que cualquier espectador puede encontrar un humor que viaja al pasado, a épocas donde la risa era más simple pero no por eso menos divertida.
Y si de comedia clásica en Francia se habla es obligación traer a cuento a Jacques Tatí con su M. Hulot en Les Vacances de M. Hulot (Las vacaciones del señor Hulot) (1953), un personaje ingenuo y bonachón siempre en conflicto con su ambiente que provocaba la risa incesante del público. El film de Abel indudablemente se encuentra con Tatí y lo retoma, para crear una película del mismo estilo en donde aquí no un personaje sino tres son los que generan el humor en base a sus situaciones o su incapacidad de poder relacionarse de forma «normal» con su entorno.
Podría pensarse que el relato esconde una cierta burla hacia estos protagonistas pero es todo lo contrario, a partir de que independientemente que los conflictos los abruman, mantienen ese aire no alienado y de alegría, ya no a través de las morisquetas o infortunios sino desde sus llamativos aspectos o su caricaturización. El film sabe encontrar perfectamente el momento de la risa justa y el de reflexión llegando al final, así como ese juego en el límite con situaciones más solemnes o sombrías pero que no llegan a construir un humor negro o bizarro.
Paris Pieds Nus deja ese reguste nostálgico por el hecho de estar viviendo una época en que este tipo de relatos no existe, y al mismo tiempo la dicha de que la comedia al estilo Tatí -que irreversiblemente también lleva a pensar en Chaplin, Keaton, Lloyd o Mr Bean para los más jóvenes- todavía puede funcionar efectivamente y llevar a dejar la sala de una forma más aniñado y sonriente de lo que podría hacerlo cualquier comedia contemporánea.
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