Crítica de Pupille / En buenas manos

Theo es un bebé recién nacido y dado en adopción. Por otro lado está Alice, una mujer de 40 años que anhela convertirse madre. Los profesionales del Estado trabajarán para solucionar sus respectivas situaciones.

Jeanne Herry, Pupille, En Buenas Manos

Alice Langlois (Éloide Bouchez) recibe la noticia de que finalmente su solicitud de adopción ha sido aprobada por el Consejo Familiar -organismo estatal francés-. El niño en cuestión se llama Theo y fue otorgado al Estado por su madre Clara (Leila Muse), una joven estudiante quien resuelve que no se siente capaz de criarlo. Esta decisión activa un proceso burocrático complejo en el que diferentes actores e instituciones deberán articularse, velar por el bienestar del pequeño y finalmente encontrarle un hogar. Resulta muy interesante la minuciosidad con la que el film describe esos procedimientos. Se nos informa que Clara dispone de un período de dos meses para retractarse, vemos cómo un consejero familiar llamado Jean (Gilles Lellouche) se encarga de cuidar a Theo mientras espera una familia adoptiva, y se muestran los debates y tensiones que surgen entre los expertos de diferentes áreas en las instancias de búsqueda y elección de candidatos a adoptar.

Otro de los aspectos sobresalientes es la labor de la directora y guionista Jeanne Herry (Elle l’adore). En principio, la realizadora logra construir un film sobre un tema sensible sin caer en enfoques moralistas o posturas indiferentes. La forma en la que los profesionales acompañan a Clara en su decisión y le brindan información aclarándole sus derechos y responsabilidades, dan cuenta de la madurez y respeto en torno a la cuestión de la maternidad que existe en Francia. Esto mismo puede decirse del rol de los consejeros familiares y asistentes sociales en relación con quienes buscan adoptar. Aquí se destaca el personaje de Lydie (Olivia Côte), una trabajadora social que tiene la ardua labor de tratar con familias que no están en condiciones para la adopción. Asimismo, este personaje cumple una función evocativa, ya que a través de ella podemos intuir el posicionamiento de la propia autora acerca de las problemáticas abordadas en el film -esto puede advertirse en diferentes frases que el personaje enuncia-. En cuanto a la maternidad  afirma que  «no se trata solo de una cuestión de amor o de anhelo», y respecto a la adopción sostiene que «es un proceso arduo que no siempre termina bien» y que «no es solo un encuentro de personas sino también entre distintas historias».

Jeanne Herry, Pupille, En Buenas Manos

Esta mirada desprovista del halo romántico no impide que la historia esté cargada de emotividad. Esa faceta se manifiesta sobre todo gracias a las decisiones formales. Los modos de registrar el trabajo de cuidado de Theo que realizan Jean y su compañera Karine (Sandrine Kinberlain), los encuadres del pequeño cuerpo y la mirada del niño que resaltan su endeblez y dependencia del mundo adulto, o la utilización de la cámara en mano para narrar la conmoción de Alice al enterarse que fue seleccionada para hacerse cargo de Theo, son algunos de esos momentos en los que los sentimientos inundan a la pantalla. Otra elección formal que ayuda a reforzar dicha emocionalidad es la utilización de flashbacks. El hecho de retomar todo el camino que tuvo que transitar Alice para poder llegar a la instancia en la que la vemos al inicio del film, durante un total de 10 años, sirven para consolidar la dimensión dramática/ficcional de la película, y que esta no se sienta como un documental o un mero registro informativo.

Si hay algo que Pupille está lejos de ser es un drama denso o irritante. Por el contrario, es un film sostenido por una dosis equilibrada de sentimentalidad y rigor informativo. Los golpes bajos y el tono endulzado son dejados a un lado. Al mismo tiempo, cabe mencionar que el sentido del humor, el tono irónico y algunas sub-tramas dentro de la historia no terminan de cuajar. Sin embargo, el asunto central, o sea el de la maternidad como experiencia que no solo le incumbe a las madres y que va más allá de las relaciones biológicas o sanguíneas, logra ser tratado con inteligencia y seriedad. Este enfoque más racional no niega la importancia de las conexiones y los vínculos. Las miradas, la contención y el afecto son pilares fundamentales, tanto en el trato de los adultos hacia el niño, como de los profesionales con los postulantes a adoptar. Desde esta perspectiva, la película da a entender que tanto la maternidad como la adopción requieren soluciones personales, institucionales y emocionales. La presencia del Estado, como red de protección y garante de derechos, resulta esencial. En este sentido, Pupille puede ser entendido como un trabajo no sobre la solidaridad, sino acerca de la responsabilidad política y social.

8 puntos

 

 

 

 

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