Crítica de Relatos Salvajes

Un ingeniero experto en demoliciones, la moza y la cocinera de un parador de mala muerte, el pasajero de un vuelo, una novia en su noche de bodas, un magnate enfrentado a una difícil situación familiar y un conductor se ven súbitamente envueltos en diferentes situaciones donde la violencia es la única salida.

Semanas después de haber visto Relatos Salvajes todavía no puedo sacarme esa sonrisa de la cara cada vez que recuerdo algún momento de la película.

Casi nueve años después de su última incursión en el cine, Damian Szifrón se tomó su tiempo pero el resultado es insoslayable: estamos frente al éxito taquillero nacional del año, ese que genera alabanzas tanto del público y de la crítica y cuyo boca a boca será la comidilla de todos los lugares públicos. No estoy exagerando y, si exagero, no le hace mal a una película que en el mercado actual del cine nacional, viene a reivindicar lo que significa el buen cine comercial del país.

A través de seis historias cuyo único nexo es la liberación del monstruo de la violencia que llevamos todos dentro, Szifrón construye un largometraje de vuelo internacional, que nada tiene que envidiarle a grandes producciones norteamericanas. Relatos Salvajes es prácticamente un film inclasificable: podría ser una comedia -negrísima, si vamos al caso-, un thriller -sus momentos de suspenso están muy bien cronometrados- o hasta un drama -el peso dramático existe- pero en general la mezcla de tonos y ese total desdén por evadir clasificación alguna es lo que la hacen aún más grande. Como director, Szifrón sabe lo que quiere y el estilo con el que filma denota una persona precisa, y eso se refleja en pantalla. Como guionista, el toque argentino se encuentra fuertemente presente en cada historia, pero cada una tiene un aire humano universal, esa mezcla entre impotencia y justicia por mano propia, que es imposible no generar empatía con alguna u otra situación.

A cada relato lo acompaña también un elenco fascinante, la créme de la créme nacional, ya sea desde la pequeña participación de Darío Grandinetti en la hilarante Pasternak, el contraste de la rudeza de Rita Cortese y la bondad personificada de Julieta Zylberberg en Las Ratas, pasando por la solvencia de Ricardo Darín y Oscar Martínez en Bombita y La Propuesta, respectivamente -la primera de seguro con visos a convertirse en una favorita de la gente-. Ciertos puntos álgidos, sin embargo, son el segmento El Más Fuerte, donde el estirado personaje de Leonardo Sbaraglia la pasa mal en un hermoso paisaje en el norte del país, y el corto final, Hasta que la muerte nos separe, donde Erica Rivas demuestra una vez más que es un tesoro nacional, personificando a una flamante novia que se entera de lo peor en su casamiento.

Relatos Salvajes es una experiencia cinéfila única, con un director cuyos trabajos se hacen desear, pero cuando llegan arremeten con todo y nos dan los mejores momentos del cine nativo. Una cita imperdible para conectar con el animal salvaje que todos llevamos dentro.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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