Crítica de The Dead Room / La Presencia

Dos científicos y una joven médium son enviados a investigar una granja cuyos propietarios afirman que está embrujada. El escepticismo de los hombres de ciencia no tarda en resquebrajarse, pues encuentran un ente temible dispuesto a proteger los secretos de la casa.

El horror nuestro de cada semana esta vez proviene de Nueva Zelanda y uno pensaría que, alejado de la Meca de Hollywood, el resultado sería una visión fresca e inquietante sobre el género. No podría estar más equivocado. The Dead Room tiene de fresco el aire de una jaula de zoológico abarrotada de animales, y una boleta vencida de la tarjeta de crédito genera más inquietud que los tortuosos 80 minutos de duración de la película de Jason Stutter.

Mezclando los tópicos del escepticismo y la fe en lo sobrenatural por enésima vez, a una remota locación -hermosos parajes, por cierto- llegan dos desmitificadores paranormales y una médium. ¿La razón? Una familia ha abandonado con lo puesto su hogar debido a la creciente maldad que se cernía por sobre la vivienda y sus vidas. El trío protagónico está ahí para zanjar el asunto, y una vez que desplieguen su equipo, la acción comienza… o no. Es tedioso que la mayoría del metraje se reduzca a seguir a los ocupantes escuchando estática creciente, ventanas y puertas que se bambolean, la casa entera que se estremece debido a esta fuerza espeluznante. No hay nada nuevo que mostrar y el guión de Stutter y Kevin Stevens poco ayuda a la situación. Los personajes son de cartón pintado, nada les da personalidad ni los diferencia de la cantidad de investigadores y psíquicos que se han visto en el cine o la televisión, nada los separa de la mediocridad y eso hace que la película sea mucho más difícil de tragar.

Jed Brophy es el que sale mejor parado de los tres teniendo su Liam una familia a la cual volver y por el cual preocuparse, pero Jeffrey Thomas es solo una cifra. Laura Petersen, quien tenía el papel más jugoso en teoría, lo desperdicia caminando de aquí para allá sin ganarse nunca la empatía de la platea. No parecen malos actores, pero el modo piloto automático en el que se encuentran es preocupante, y para el final apenas subsanan lo regular de sus trabajos. Es como si hubiesen abandonado ya las ganas de seguir filmando y eso se nota mucho. Por no decir que la historia no va a ningún lado. Recién en los últimos minutos el acoso sobrenatural cobra un ápice de sentido pero, cuando las cosas se ponen buenas, la película acaba con puros interrogantes. Nunca se soluciona nada, el origen del ente/fantasma/aparición no queda claro y es simplemente una tomadura de pelo para el espectador.

The Dead Room es una vergüenza por el simple hecho de no aportar nada al género y por no hacer nada nuevo o imaginativo con las partes usadas que le tocó en gracia. Prescindan de ella a como de lugar.

estrella05

 

 

 

 

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