Crítica de The Invisible Man / El Hombre Invisible

Tras la misteriosa muerte de su abusivo ex novio, una mujer empieza a sentir que una presencia la sigue aunque no haya nada ni nadie a la vista.

Universal pudo retomar el camino. Cuando en 2017 siguió los pasos de otros estudios y anunció que iban a hacer su propio universo cinematográfico en base a los monstruos clásicos, nadie se sorprendió con que fallara desde el primer momento. The Mummy fue un fiasco entre la crítica y la taquilla, lo que significó un inmediato cambio de planes para los futuros proyectos, entre los que se encontraba una remake de The Invisible Man (1933) con Johnny Depp a la cabeza.

Al darle a Leigh Whannell (Upgrade, Insidious Chapter 3) libertad absoluta para hacer lo que quisiera con el material original, tres años más tarde demostraron que era posible hacer algo nuevo e increíble a partir de lo viejo. The Invisible Man se adapta en más de un sentido a la actualidad y, gracias a la vasta experiencia de su director, logra mantener la tensión hasta el final mientras narra una historia fuerte y perfecta para estos tiempos.

A diferencia de la novela y película anterior, esta nueva versión se aleja del monstruo y se centra en la víctima. Cecilia, una mujer que acaba de escapar de su dominante y violenta pareja, no queda del todo segura cuando se entera que, tras su separación, él decidió suicidarse. En plena recuperación empieza a sentir que, adonde quiera que vaya, algo o alguien va con ella. Como una presencia invisible cada vez más fuerte, empieza a sospechar que su novio puede no haberla dejado ir.

Ante una rápida lectura la sinopsis puede llegar a sonar estúpida y predecible, pero Whannell sorprende con una dirección que no tiene miedo de tomarse sus tiempos y enfocarse en los sonidos. La amenaza de una figura invisible dentro de un espacio grande es suficiente para que la mente haga su trabajo y esté alerta del susto, pero es el equilibrio ideal entre los silencios, sus estruendosas interrupciones y su acuciante banda sonora lo que completa sus aciertos técnicos. Lejos de recurrir a los jumpscares fáciles y baratos, implementa planos secuencia que te mantienen al filo del suspenso, así como construye de a poco el ambiente para que, en más de una ocasión, te tome por desprevenido e impresione hasta dejarte con la boca abierta.

Así y todo, el elemento clave que hace de The Invisible Man un trabajo serio y real, a pesar de lo fantasioso de la propuesta, es la actuación de Elisabeth Moss (Mad Men, The Handmaid’s Tale). En una trama que podría ser trillada y repetitiva -dos horas de que a la protagonista le pase algo que nadie más puede ver-, ella le aporta lo necesario para transmitir el sentimiento de angustia y terror en cada escena. La impotencia que representa no solo es por la fuerza oculta a los ojos, sino que también deja ver ese aguante y suspenso que conlleva una relación abusiva. La única diferencia que separa la película de una situación en la que la víctima no sabe por dónde o por qué viene el golpe, es que no se ve al victimario.

Otro factor clave es su estreno en el momento perfecto. La historia va más allá del suspenso invisible y le da especial importancia a los gritos de millones de mujeres que no son escuchados, representados en su protagonista. Aunque no estén a la vista del mundo y no hayan pruebas evidentes, los ataques, abusos y dominaciones existen y pasan todo el tiempo. Pararse del lado de la víctima y contagiar ese sentimiento de soledad y peligro que tienen como respuesta un «estás loca» es el logro final -y tal vez más importante- de la película. A menos de una semana de que se haya condenado al depredador sexual Harvey Weinstein por dos de sus cinco acusaciones por violación, deja una declaración fuerte dentro de la industria del cine.

Si algo negativo hay para destacar, es la colocación publicitaria excesiva y exagerada de una marca deportiva: el mismo logo de tilde es tan visible que en algunos momentos es capaz de distraer y cortar brevemente el tenso ambiente, que de no ser por su excelente ritmo se perdería al instante.

The Invisible Man hace todas las cosas bien. Se aleja de la historia original para centrarse en una situación tan actual como real, con lo que forma una trama cautivadora que no te suelta por un segundo. Whannell dirige el suspenso de formas inesperadas mientras que Moss trasciende la pantalla y comparte una realidad que no siempre está a la vista. Si a eso se suma una banda de sonido increíble, planos secuencia memorables y un control de la tensión como pocos, y tenemos lo que seguramente se mantenga como una de las mejores películas de terror del 2020.

 

 

 

 

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Santiago Mallea

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