Crítica de The Lovebirds / Dos tórtolos

A punto de separarse, una pareja se enreda involuntariamente en un extraño y misterioso asesinato. Mientras buscan limpiar sus nombres, necesitan descubrir cómo ellos y su relación pueden sobrevivir a esa noche.

En la línea de películas como Date Night se estrenó The Lovebirds, una comedia romántica y de acción que tiene a Issa Rae (Insecure) y Kumail Nanjiani (Silicon Valley) como sus protagonistas.

Su planteo recuerda a Did You Hear About the Morgans? (2009); una pareja en crisis es testigo de un crimen. Pero Leilani y Jibran no lucen como Sarah Jessica Parker y Hugh Grant. Aquellos podían darse el lujo de acudir a las autoridades y recomponer su relación mientras se volvían parte del programa de protección de testigos. No, nuestros tórtolos están más que familiarizados con la portación de cara, con lo que la reacción inmediata es huir. Y mientras buscan mantenerse alejados de la Policía y del asesino que quiere atar cabos, tratarán de resolver el caso para dejar en claro su inocencia. Ya se ha visto…

The Lovebirds nunca recupera la fuerza del comienzo. El amor y el después del amor. Se necesitan exactamente 6 minutos para arrastrarnos a la intimidad de nuestros protagonistas y el presente de su relación, del idilio a la ruptura sin escalas. La originalidad del guion reside ahí, en poner a Leilani y Jibran en un considerable estado de vulnerabilidad y, en el momento más oscuro, arrojarlos a una trama delictiva. Desde allí expone sus limitaciones, con un piloto automático que impide que se luzcan sus protagonistas y su director, Michael Showalter (The Big Sick), que pareciera no encontrar el tono.

Los escenarios tienen potencial, hay ideas de dónde llevar a la dupla central a lo largo de esta alocada noche. Sin embargo, pareciera que se confía nada más que en la química entre Nanjiani y Rae, lo que prueba ser insuficiente. No porque no la tengan. Los dos son probados comediantes que se lucen con el material adecuado, pero este no es el caso.

Tampoco hay espacio para el humor absurdo con el que Showalter hizo carrera. Una película que se hubiera beneficiado con algo de delirio, prefiere mantener los pies sobre la tierra. Y el resultado final decepciona, por lo que prometía la suma de sus partes.

 

 

 

 

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Migue Fernández

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