El Reino: el poder no tiene moral

Algunas líneas sobre la serie argentina de Netflix.

Hoy toca hablar del reciente éxito argentino de Netflix, que no tardó más que algunas horas en estar en boca de todos. Y por varios motivos, algunos menos positivos que otros. Como siempre, es mejor ir por partes.

Las mentes creativas detrás de El Reino son nada más ni nada menos que Marcelo Piñeyro -responsable de recordadas producciones como Kamchatka y Plata Quemada– y Claudia Piñeiro -autora de reconocidas novelas como Tuya, Betibú y Las viudas de los jueves, todas ellas llevadas a la pantalla grande-. De hecho es la segunda vez que ambos colaboran, ya que fue Piñeyro quien se ocupó de trasponer Las viudas de los jueves en 2009, y es la segunda vez que Mercedes Morán protagoniza una obra escrita por Claudia, siendo la primera Betibú en 2014. El peso de los nombres enlistados en la serie no se puede negar. Desde el detrás de cámaras hasta el elenco, hay artistas que tienen sobrada experiencia y talento.

La música de la introducción es una canción a cargo de Cazzu titulada «Sobre mi tumba» y también se puede escuchar «Que se mejoren» de WOS en uno de los capítulos. Además hay muchas canciones religiosas del estilo evangélico al final de cada capítulo. Particularmente, la introducción merece ser destacada dados los temas que la serie aborda y juega mucho con el tono de esta.

En el elenco podemos encontrar muchos nombres conocidos: la mencionada Mercedes Morán, Diego Peretti, Peter Lanzani, Nancy Duplaá, Alejandro Awada, Chino Darín, Joaquín Furriel, Sofía Gala Castiglione, Nico García, Vera Spinetta y las participaciones de Daniel Fanego, Ana Calentano y Antonia Bengoechea -revelación en El Clan, donde también participaba Lanzani-, todos con un nivel interpretativo muy destacable.

Sin embargo, todo esto no sería nada sin el peso de una buena narrativa y calidad visual, dos cosas con las que la serie cuenta de sobra. No solo porque se nota la inversión en la producción a nivel puesta de cámara, planos, paleta de colores y escenografía, sino porque la historia mantiene la intriga inicial hasta pasada la mitad de la serie, lo cual nos garantiza un buen ritmo, ni muy acelerado ni muy lento. Si tuviera que señalar el punto más lento diría que es el primer capítulo, pero luego es una adrenalina constante por saber qué pasa. Dentro de este aspecto visual, algo a destacar es que los capítulos inician con un plano picado de una gran cruz blanca en la ciudad, sin embargo a partir del cuarto episodio que se comienzan a ver los elementos más oscuros -tanto de la religión como de las otras esferas que la serie toca- este plano se reemplaza por uno de la contracara de la cruz, con la mugre y los hierros oxidados. Una decisión artística excelente.

Si tuviera que definir a la familia protagonista, diría que es una sátira de los evangelistas. No puedo afirmar que respeta la religión como tal porque en realidad no lo hace. De hecho, a partir de la mitad de la serie expone e involucra los peores elementos: lavado de dinero, manipulación con milagros y revelaciones inexistentes, corrupción y, lo peor de todo, abuso de menores. La serie trata -aunque no logra- de compensar mostrando algunas obras buenas de la Iglesia como la asistencia en las cárceles, ayudas comunitarias con comidas, camas y ropa, e incluso cuidados a domicilio. Sin embargo, la pureza de estos actos se ve solo en dos de sus muchos personajes, Tadeo y Remigio, los más aislados de la familia principal.

Pero eso no es todo, ya que la serie toca varias temáticas en relación con la política y la Justicia. Manipulación de redes, de medios, de personal dentro y fuera de las esferas, de causas, de influencias e incluso de muertos. Algo interesante que propone es aquel lado bueno de la justicia -la fiscal interpretada por Duplaá- que intenta resolver una causa que la supera con creces, porque se ve ahogada ante un aparato mucho más grande. Se vuelve inverosímil, sin embargo, con elementos que no hace falta mencionar para no perjudicar la experiencia. Su final, aunque con cabos sueltos, es bastante realista si tenemos en cuenta todos los elementos presentes. Recomiendo verla, y mucho.

Para cerrar, diré que existe una novela de Piñeiro que toca algunas temáticas similares respecto a la esfera política y, por llamarlo de algún modo, su mugre. Se titula Las Maldiciones y también vale la recomendación.