Un deseo titubeante: el último thriller político que Netflix quiso

Movida por un sentimiento de culpa, una veterana periodista acepta un encargo de su padre. Y así, sin pretenderlo, se convierte en una traficante de armas para una agencia gubernamental encubierta.

Netflix estrenó hace unas semanas The Last Thing He Wanted, una nueva película con elenco estelar, como acostumbra con sus producciones, pero sin mucha repercusión publicitaria. Quizás porque, como sabemos, las individualidades no siempre logran formar el equipo soñado que alcance el mejor resultado; aun teniendo a la cabeza a una directora como Dee Rees (Pariah, Bessie), que fue nominada al Oscar por el guion de Mudbound.  Algo así sucede con Su último deseo, protagonizada por la galardonada Anne Hathaway (The Dark Knight Rises, Les Miserables) y acompañada por pesos pesados como Ben Affleck (Argo, Batman v Superman) y Willem Dafoe (The Lighthouse, Aquaman).

La película, basada en la novela homónima de Joan Didion y ambientada en la primera mitad del la década del ’80, sigue a una frustrada reportera del Atlantic Post de Washington, llamada Elena McMahon (Hathaway), quien arriesga su vida tras una reveladora investigación de las guerrillas latinoamericanas de la que casi no logra escapar. Esta secuencia inicial de lograda intensidad quizás sea uno de los puntos más altos del film y también de la historia referida. Porque allí comienza la frustración de la periodista que, por distintas presiones, no puede continuar su investigación ni responder sus propios cuestionamientos internos. Y este estancamiento personal la empuja a seguir un camino que la devuelva al campo donde ella cree que podrá resolver sus asuntos pendientes pero también se detiene el desarrollo del personaje, porque lejos de realizar algún tipo de «viaje del héroe», la película cuenta una travesía de malas decisiones y una trama que, en su pretensión de thriller político, se vuelve confusa. Una apresurada y precipitada relación con el enigmático asesor político Treat Morrison (Affleck) y la oportuna irrupción de un padre con moral cuestionable (Dafoe) son algunos de los giros que hacen mover la historia, porque la titubeante perspectiva de la protagonista nos conduce a lo predecible, a un espiral repetitivo de dudas y obstáculos que distan de la conciencia de la periodista arriesgada y audaz que se nos presentaba al inicio, el mismo espiral que se replica en la trama.

Por supuesto que sus estrellas cumplen porque les sobra oficio y carisma: Anne Hathaway, que suele meterse de lleno en la piel de sus personajes, personifica e incluso cambia físicamente para mostrar el temple de Elena McMahon tanto como sus momentos vulnerables, y lo hace con la clase de siempre aún desplegándose en el laberinto donde se encierra al personaje. Ben Affleck cumple en un papel donde el guion no lo deja explayarse mucho para mantener la intriga y así logra, a costas de cierta inexpresividad, mantenerse al margen de lo que va aconteciendo y precipitándose. Aun así, siendo una pareja un poco forzada, son buenos los momentos compartidos en pantalla de los últimos, aunque no simultáneos, Batman y Catwoman cinematográficos. Las intervenciones de Willem Dafoe también se destacan así como la aparición de Toby Jones (Infamous, Atomic Blonde) que tiene algunas buenas líneas pero se encuentra algo desaprovechado, o incluso la correcta participación de Rosie Perez (Birds of Prey) como la compañera de McMahon. Pero todo se queda ahí, en una promesa que no se termina de cumplir, en una propuesta correcta, bien realizada, pero con un resultado muy justo o poco trascendental.

Ni la trama interesante, ni las entrelíneas agudas, tampoco las buenas actuaciones desembocan en el thriller que parece querer explotar durante casi dos horas de película sino más bien que todo termina acompañando, en la propuesta audiovisual, a una conciencia intimista que confiesa que lo que se propone no siempre resulta como se espera. A pesar de la acción, a pesar de las premisas políticas, a pesar del casting experimentado, el film no se logra despegar de la frustración de su protagonista, de un punto de vista tan oscilante como brumoso y así es factible que solo se pueda llegar a un callejón sin salida, a un clímax que fue achatándose con el devenir de la trama. Y, por lo tanto, concluye siendo una buena propuesta que no nos deja sabor a mucho.

 

 

 

 

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Javier Houriet

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