Crítica de Fast and Furious 9

Ante una nueva amenaza mundial, esta vez Dominic Toretto tendrá que enfrentarse a su reaparecido hermano menor.

«No le pidas peras al olmo«. Desde la base, es sabido que la franquicia de Fast and Furious es una de las más populares y recaudadoras en todo el mundo. Universal es más que consciente de su valor, y no por nada hace años que vienen invirtiendo en el desarrollo de su mundo. Con series y spin-offs encima, la novena película de lo que una vez fue la historia de un policía encubierto que buscaba detener a unos ladrones de camiones, sigue con la tradición de ir más allá de lo que habían ido las entregas anteriores, redoblando lo inverisímil por un lado y lo espectacular por el otro.

Tras los sucesos de F8 of the Furious, Dominic Toretto (Vin Diesel) vive feliz junto a Leti (Michelle Rodríguez) y su hijo Brian hasta que aparece una nueva amenaza mundial. Junto a su equipo sale a la búsqueda de un dispositivo capaz de controlar cualquier centro de armas nucleares en el mundo, pero rápidamente descubre que el espía contra quien se enfrenta es su hermano Jakob Toretto (John Cena), quien huyó décadas atrás después de haber causado una terrible tragedia entre la familia.

Como suele pasar, la película te invita desde el arranque a olvidarte de la lógica y te sumerge en un mundo donde lo conveniente está siempre presente y lo imposible se vuelve inexistente. Para nada es una sorpresa; nadie busca en Rápidos y Furiosos una historia compleja, personajes intrigantes o diálogos inteligentes. Si bien nunca fue ese su fuerte, desde Fast 5 que son claras las intenciones de apuntar específicamente al espectáculo, dejando de lado con mayor intensidad lo verosímil conforme avanzaron en el tiempo. Pero con 20 años encima, desde Universal ya tienen bastante claro que es lo que tienen que entregar: autos y acción (y ni siquiera en ese orden).

El mayor problema al que el estudio tiene que enfrentarse con cada película es cómo ser más creativos, ya que de ninguna forma habrían llegado a donde están apegándose solo a carreras y persecuciones. Y aunque esa innovación puede fallar –la persecución en New York de la 8– mayormente demostraron que saben hacerlo bien. Afortunadamente, esta novena entrega no le falla al espectáculo que la audiencia quiere ver. Esta vez la innovación de turno viene del lado de imanes gigantes, y es todo lo que se puede esperar, pero exagerado: explosivas coreografías de acción; increíbles maniobras en autos; y la combinación de las dos.

Sin embargo, otra gran apuesta son los regresos de personajes que habían quedado atrás. Si bien tenemos a Mia (Jordana Brewster), más importante es Han (Sung Kang), que vuelve de la muerte con una justificación sorprendentemente bien desarrollada que entra en la trama sin sentirse forzada. Su vuelta trae a la saga muchos más beneficios que problemas, porque no solo quita una enorme parte de la culpa que cargaba sobre el villano convertido en amigo de Jason Statham, sino que también le da al grupo un aire más interesante. Desde las pérdidas de Paul Walker, Gal Gadot y Dwayne Johnson que el equipo se notaba mucho más reducido y la ausencia de personajes fuertes aparte de Dom se hacia notar, por lo que la reincorporación de Han vuelve a darles un mayor atractivo.

Un punto a favor que diferencia a la saga de Fast and Furious del resto, es que aprovecha a personajes de películas pasadas y los inserta -con menor importancia- dentro de lo que está pasando. Con tantas películas encima no son pocas las personas que pasaron por la vida del grupo, así que saber que siguen formando parte de su mundo y lleguen a jugar un mínimo rol en la trama, se aprecia y hasta hace sentir que haberse visto las películas anteriores no haya sido (tan) en vano. Entre tantas caras conocidas, esto especialmente se ve con el regreso de los personajes de Tokyo Drift, que por primera vez vuelve a tener algo de relevancia, ya que siempre fue el secreto vergonzoso -con justas razones- que desde la franquicia quisieron esconder.

En cuanto a nuevas incorporaciones, John Cena se luce con lo que tiene y encaja sin problemas con el mundo que plantean. No hace mucho que está probando suerte fuera del ring y dentro de Hollywood, y este debe ser uno de sus pasos más importantes. No sería una sorpresa que, al igual que con Dwayne Johnson, pase a tener un espacio más importante en el futuro -aunque esperemos que detrás de cámaras tenga mejor relación con Diesel-.

Fast and Furious 9 no necesita -ni merece- mucho análisis. Es bien sabido con que objetivo está hecha, y no hay nada de malo en eso. Es lo más reciente de una saga que promete un espacio seguro para quien quiera acción, adrenalina y pasar un rato entretenido. No es la primera vez que rompen con las leyes de lo verosímil, y hasta se ríen de eso. Vin Diesel y Justin Lin, el director de esta y la mayoría de las entregas de la saga, entienden perfectamente que lo que tienen que hacer es contentar a una audiencia que intenta despejar la cabeza y seguir la siempre peligrosa historia de los corredores de autos convertidos en súper-agentes salvadores del mundo. Quien esté en búsqueda de una película bien pensada, cuidada y con desarrollo, que siga su camino. Ahora, quien tenga ganas de pasar dos horas y media con la intención de sumergirse en un mundo donde lo improbable es posible, no busque más que el siempre cumplidor Dominic Toretto tiene lo mismo de siempre.

 

 

 

 

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Santiago Mallea

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