Crítica de Incendies

Cuando el notario Lebel les explica a Jeanne y Simon Marwan la última voluntad de su fallecida madre, los gemelos se sorprenden. En esta herencia enigmática, Jeanne ve la clave de la retirada emocional de su madre y emprenderá un viaje a Medio Oriente buscando desentrañar su historia familiar.

Nominada en la última edición de los premios Oscar en la categoría Mejor película extranjera, que finalmente se llevó la danesa In a better world de Susanne Bier, Incendies es la nueva realización del canadiense Denis Villeneuve. Separada en capítulos que dan cuenta de las distintas etapas del camino, la historia sigue dos viajes, el de Nawal Marwan, el cual comienza cuatro décadas atrás, y el de su hija Jeanne en el presente, tratando de cumplir con el deseo póstumo de su madre. Tras un impactante comienzo, con un chico devorado por la guerra mientras el «You and whose army?» (¿Tú y qué ejército?) de Radiohead inunda la pantalla, se abre una historia familiar teñida de oscuros secretos que ya no pueden ser ocultados.

Una madre distante, que para completar su desapego emocional tras un determinado acontecimiento permanece en un estado catatónico hasta su muerte, reparte sus bienes entre sus dos gemelos y deja instrucciones precisas sobre cómo dar entierro a su cuerpo. El baldazo de agua fría que los hermanos reciben al escuchar el testamento de boca del notario tiene su réplica en el espectador, son tan contundentes las palabras de la mujer que el conflicto se dispara ni bien comienza la película. Un padre que se creía muerto y un hermano cuya existencia desconocían es el panorama que se les presenta a los jóvenes, y es Jeanne quien emprenderá un viaje en busca del pasado familiar, revelando facetas de las que nada sabía.

Una historia que empieza con amor y rápidamente se tiñe con el odio y la segregación, una mujer que forja su vida al calor de la guerra civil entre cristianos y musulmanes. Villeneuve adapta la obra teatral Scorched, del libanés Wajdi Mouawad, y desarrolla una película fuerte de alto contenido emocional. Sus más de dos horas de duración no pesan en ningún momento, se trata de un filme que no encuentra escollos en el camino y que logra ser más interesante a medida que transcurre, tarea que era difícil considerando su gran apertura. El detalle que no cierra del todo tiene que ver con los años de los personajes, fundamental para que el desenlace tenga su coherencia, los cuales no terminan de cuadrar y si lo hacen es en una forma algo forzada. Fuera de esto, que no deja de ser un detalle, se trata de una muy buena película: una tragedia griega en el Medio Oriente.

 

 

 

 

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Migue Fernández

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