Crítica de Malicious / En el vientre del diablo

Un joven profesor universitario y su esposa embarazada liberan involuntariamente a una entidad malévola con intenciones asesinas.

A estas alturas, parece que es mucho pedirle al horror que entregue buenas películas. Pero si miramos al 2018 en general, podemos ver que estuvo dominado por un resurgir del género como no se veía hace tiempo. Buenos ejemplos como las espectaculares A Quiet Place y Hereditary, continuaciones como Halloween que rompieron la taquilla, y algún que otro etcétera nos da la pauta de que el horror no necesariamente tiene que innovar su todo, sino que le basta reacomodar un par de sus piezas para ofrecer algo sustancioso. No es el caso de la lamentable Malicious, una copia barata de lo que hizo tan especial a Insidious de James Wan.

La imitación del director y guionista Michael Winnick no sólo se limita a copiar el giro narrativo de la arriba mencionada en relación a las posesiones -no es la casa la que está embrujada, sino una persona- sino que también tiene un personaje clarividente al estilo de la Elise Rainier de Lin Shaye, en la figura del profesor ciego de Delroy Lindo. Hasta la inquietante música de Joseph Bishara parece ejercer una vasta sombra auditiva sobre Malicious (suena tan igual que los productores deberían pagar regalías al músico). Dicen que imitar es la más sincera forma de halago, pero Winnick se extralimitó hasta al filmar de la misma manera que Wan. Pero Winnick no es Wan, muestra en vez de sugerir y lo hace con efectos visuales tan pobres que el mínimo atisbo de empatía que genera la desganada pareja protagónica de Josh Stewart y Bojana Novakovic cae en saco roto y se pierde en la mediocridad.

Stewart ha demostrado que tras su semblante apático se esconde un buen actor de género, pero el guion lo hace repetir una y otra vez los mismos diálogos junto a su esposa (Novakovic, quien estuvo genial hace unos años en Devil, producida por M. Night Shyamalan y acá hace aguas completamente) y la repetición no genera nada. Lindo sale airoso con su médium ciego, que lo hace ocultar sus ojos durante todo el metraje, que de seguro lo debe haber sobrevivido volteando los ojos hacia atrás entre tanta medianía. Y ni hablar de la hermana, encarnada por la tristísima Melissa Bolona, quien ya demostró sus «dotes» actorales como una hacker villana el pasado junio en The Hurricane Heist.

Lo triste de Malicious es que tiene buenas intenciones, pero se pierde al buscar imitar una y otra vez en lugar de sentirse fresca y ágil. Desde el prólogo uno sabe cómo van a terminar las cosas para todos los involucrados, y no hay manera de sobrevivir a ese suicidio fílmico. Incluso el epílogo mala leche no tiene sentido porque sale de la nada y cierra un círculo inconcluso que se siente forzado e innecesario. Como la caja vacía que porta una maldición para los protagonistas, Malicious le hace honor a su objeto maldito y carece de interés, sustos y entretenimiento.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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